seres solitarios, miserables y condenados a morir; en otras
palabras, evitar que nos convirtamos en animales.
Por eso el hombre primitivo tenía un sentido festivo
muy desarrollado. Un buen sahumerio de plantas
alucinógenas, tres tamboriles y ya está: cualquier tontería
lo divierte. Por el contrario, el occidental medio sólo
llega a un éxtasis insuficiente después de interminables fiestas
tecno de las que sale sordo y drogado: no tiene sentido festivo
alguno. Profundamente consciente de sí mismo, radicalmente
ajeno a los demás, aterrorizado por la idea de la muerte, es
completamente incapaz de qualquier exaltación. La pérdida
de su condición animal lo entristece, le produce vergüenza
y despecho; le gustaría ser un juerguista, o al menos hacerse
pasar por tal. Menudo marrón.
Michel Houellebecq, Intervenciones.
Traducció: Encarna Castejón.
Editorial Anagrama, 2011.
Marc Vicens, 2013. |