con ella, la gente lo considera un trampantojo y desde lejos en realidad puede
describirse como tal. Pero me da igual lo que digan los historiadores de arte.
Lo cierto es que hay en él partes trabajadas como un trampantojo..., como
la pared y el pedestal, el rayo de luz que cae sobre el metal o el pecho
emplumado, es casi una criatura viva. Todo esponjoso y plumoso.
Suave, suavísimo al tacto. Claesz llevaría ese acabado, esa precisión,
a la muerte; un pintor como Van Hoogstraten lo llevaría aún más lejos, sería
el último paso hacia su destrucción. Pero Fabritius está haciendo un juego
de palabras con el género..., una réplica maestra a toda la idea del
trampantojo..., porque en otras partes (¿la cabeza?, ¿el ala?) en las que no
es nada realista ni fiel, desmonta la imagen de una forma totalmente deliberada
para enseñarnos cómo la ha pintado. Trazos y parches, muy modelados y
trabajados a mano, sobre todo la curva del cuello, un pedazo de pintura
sólida, muy abstracta.
Donna Tartt, El jilguero.
Traducció de Aurora Echevarría.
Lumen, 2014.
Veure el quadre
Marc Vicens, 2014. |