sea competente, laborioso e incluso inteligente –siempre dentro
de límites reducidos, claro está–, pero siempre es preciso que sea
un fanático ignorante y crédulo en el que prevalezca el miedo,
el odio, la adulación y una continua sensación orgiástica del triunfo.
John Orwell, 1984.
Editorial Planeta, 2003.