No era tan viejo: treinta y dos años. Se podía decir que su
temperamento estaba a punto de madurar. Había tantas impresiones
y tantos estados de ánimo que quería expresar en verso. Los sentía
en su interior. Trató de sopesar su alma para saber si era un alma
de poeta. La nota dominante de su temperamento, pensó, era la
melancolía atemperada por la fe, la resignación y una alegría sencilla.
Si pudiera expresar esto en un libro quizá la gente le hiciera caso.
James Joyce, Dublineses.
Traducció de Guillermo Cabrera-Infante
Alianza Editorial, 1993.
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Marc Vicens, 2016. |